El pesimismo nuestro de cada día
- Ever Daniel Ferreira Garcidueñas
- 3 dic 2015
- 3 Min. de lectura
En esta entrega adoptaremos el papel del abogado del diablo. Si, defenderemos al pesimismo pero no para mantenerlo, sino para dejar de atacarlo y aprender a vivirlo y usarlo a nuestro favor, ¿se puede? Por supuesto!!!, continúa leyendo.

Resulta que como seres vivos, hemos de manifestar naturalmente conductas que nos orillan a cuidar el cuerpo e integridad en el más amplio sentido. Sin embargo en la actualidad, hemos extendido esta conducta de autocuidado también a nuestros intereses, bienes materiales y todo aquello que sea merecedor de nuestro apego y que ilusoriamente consideramos como nuestro (incluso a la vida que nos habita, más adelante retomaremos este apartado, búscalo como La Ilusión de Poseer). Bueno pues esta conducta de posesión y cuidado es evolutiva, adaptativa al medio, es decir es un comportamiento que aprendimos para persistir lo más cuidados posible, es decir de mantenernos rodeados de recursos que nos son útiles, sin embargo, es paradójico que a veces la forma sencilla se vuelve la más tormentosa y podemos perder el punto y desvivirnos por cuidar lo que hemos acumulado en la vida en lugar de cuidar vivir la vida.
Pero regresando al asunto del pesimismo, resulta que es muy útil para que desarrollemos esa conducta de adaptación al medio. Pongamos un ejemplo, cada que nos aproximamos a una nueva experiencia si somos cortos de edad, lo hacemos sin ningún tipo de cautela, dado que para nosotros todo resulta nuevo por conocer, sin embargo, la desconfianza y el temor ante lo novedoso se va ganando cada vez que tenemos una experiencia que genera algún tipo de disconfort o dolor, ahora con ese conocimiento probamos lo nuevo con cautela para no causarnos ese daño o dolor y nos condicionamos a que lo nuevo es un riesgo. A veces al punto de vivir únicamente en un estilo de vida que resulta una caja reducida de pocas cosas conocidas.
El pesimismo entra aquí, ante una experiencia dolorosa, un componente de nuestro cerebro, que se encarga entre muchas otras cosas de permitirnos adquirir nueva memoria, llamado hipocampo, es rápido y eficiente para almacenar la memoria de la experiencia dolorosa, para que esté disponible de inmediato en futuras aproximaciones a experiencias. De hecho, date cuenta tú en tu vida ¿cuántos eventos (llamémosle eventos a cualquier situación o experiencia que ocurre en tu vida) dolorosos recuerdas? Y ¿cuántos eventos bellos recuerdas? Me adelantaré a la respuesta, generalmente estamos condicionados a recordar más eventos dolorosos, sí. Uno de los fundamentos de la supervivencia reposa sobre la capacidad de evocar memoria para evitar exponernos a un dolor o daño. Consideremos que el simple hecho de abrir los ojos en la mañana y observar la luz reflejada en los objetos podría ser un evento hermoso, sin embargo no lo recordamos así, y despertar con un ardor persistente en los ojos podría ser motivo de queja a la mitad del día, incluso aunque hayamos visto la luz desde temprano, valoramos más la experiencia dolorosa, otro ejemplo es el caso de la respuesta de invitación a nadar en el mar si previamente tuvimos una sensación fuerte de ahogarnos, aunque hayamos tenido el tremendo placer del agua y sol de verano en el cuerpo.
La moraleja de la historia es, SOMOS PESIMISTAS POR NATURALEZA, ESTAMOS PROGRAMADOS PARA USAR EL PESIMISMO COMO UN MEDIO PROTECTOR y ante cada posible experiencia nueva o parecida a una dolorosa que hayamos vivido, actuaremos con cautela manifestada numerosas veces como PESIMISMO. Y entonces ¿Qué hago? Inicialmente lo más conveniente es hacer las paces con esa parte nuestra y observar si ante la reserva de algo doloroso, estoy anulando mi capacidad de vivir algo hermoso y es importante observar que actuar con exceso de precaución no es lo mismo que actuar con planeación.

Pensemos así, si de cualquier manera, por pura evolución, visualizaremos el peligro y el dolor con mayor facilidad, entonces usémoslo como una herramienta para planear, no para sufrir. Y recuerda, tu mente tiene el poder de transmutar tu pensamiento en su equivalente material.
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